UN CAMINO DE ESPERANZA
La esperanza ¡que palabra! Inmediatamente se nos viene a la mente sueños y deseos, hermosos y profundos, del presente y del futuro. Pero también nos acordamos de tristezas y amarguras que todos hemos padecido.
Para unos, la esperanza es lo máximo. Otros nos logran entender por qué la esperanza es tan importante. Y hay quienes han perdido sus esperanzas y se sienten derrotados, como los discípulos de Jesús después que le crucificaron al Maestros.
Dos de ellos iban tristes y cabizbajos, camino de Emaús. De pronto se les unió un caminante. El ples pregunto que les pasaba. Y ellos, extrañados, le contaron su dolor: hace tres días en Jerusalén habían crucificado su Señor y con El habían enterrado sus esperanzas. El los escucho atentamente. Después, empezó a narrarles lo que en la Biblia se decía sobre el Mesías. Pero ellos no lograban entender. Al sentarse a la mesa, en el pueblo de Emaús, le rogaron que compartiera con ellos la comida. El accedió a la invitación (Cfr. Lc.24,29)
Sentados a la mesa, el caminante bendijo el pan. Entonces a los discípulos se le abrieron los ojos y se dieron cuenta que era Jesús quien estaba con ellos. Acababa de realizar un gesto típico: bendecir el pan. El Señor desapareció de su mirada y ellos reconocieron mutuamente que “el corazón les había ardido de gozo” mientras El les explicaba las Escrituras por el camino.
Asi es la esperanza. Brota en los momentos más difíciles gracias a una presencia inesperada de Jesús que no siempre sabemos reconocer. Estos dos discípulos veían todo negro. Habían puesto su confianza en el Señor y Él había terminado en una cruz. ¿Qué podían esperar, entonces, de la vida? Pero de pronto, una presencia, un gesto, una palabra… y volvió a sonreír el corazón de estos cristianos desconsolados.
De hecho nuestras vidas está llena de pequeñas y grandes esperanzas. A veces esperamos una noticia y estamos impacientes hasta que nos enteramos. Otras veces, esperamos a un amigo, a una amiga, y preparamos lentamente el corazón para el encuentro. Muchas veces la esperanza es tan trivial como un comentario o tan profundo como el deseo de superarnos. En todo eso hay esperanzas. Pero su mejor fotografía es el vientre de una madre encinta. Su sola silueta nos habla de esperanza y lo decimos tan sencillamente: “ella esta esperando”… Y es verdad. Notamos la presencia del niño que va a nacer aunque aún no veamos su rostro. (Cfr. Lc.1,30-33).
Así es la esperanza, percibimos su presencia, captamos sus signos, sentimos la seguridad que ella nos infunde aunque no la podamos ver completamente. Esperanza que se ve no es esperanza… a que se cumpla lo que ahora solo somos capaces de intuir y desear ardientemente.
Para reflexionar
1- ¿Cuáles son tus esperanzas cotidianas?
2- ¿Qué sientes tu cuando ves a una mamá esperando a su hijo?
Sugerencias
Pregunta a tus amigos y familiares cuáles son sus esperanzas más sentidas (o más queridas).
Extraído del libro “Un camino de esperanza” del Cardenal Carlos Oviedo C.-colección Tercer Milenio 17 Año del Espíritu Santo 1998